martes, 13 de septiembre de 2016

Chilam Balam de Chumayel

Chilam Balam es el nombre de varios libros que relatan hechos y circunstancias históricas de la civilización maya. Escritos en lengua maya, por personajes anónimos, durante los siglos XVI y XVII, en la península de Yucatán. A ese nombre se le agrega el nombre de la población en donde fueron escritos. Son fuente importante para el conocimiento de la religión, historia, folklore, medicina y astronomía maya precolombina.
Chilam significa "el que es boca"; es decir, el que profetiza; los chilames eran los sacerdotes que interpretaban los libros antiguos para extraer de ellos profecías, el conocimiento de los hechos futuros. Para los mayas, el arte de profetizar era posible porque creían que el tiempo era una sucesión de ciclos cósmicos y que los acontecimientos, dependiendo de estos ciclos, podían repetirse. Así, a los chilames se les consideraba intérpretes de los mensajes de los dioses.
Los escritos míticos y proféticos están redactados en un lenguaje de alto contenido simbólico y con múltiples significados, en el cual se emplean metafóricamente objetos, colores y seres naturales para expresar ideas. Es evidente que con esta escritura se pretendía no sólo dar a los textos un carácter esotérico, sino ocultar a los profanos su significado verdadero.
En el documento del Chilam Balam se relata un mito de la creación que inicia con el universo de los dioses del inframundo poblado por abejas. En la época en la que caían árboles y piedras por la lluvia de fuego se vivía un mundo sin Sol y sin Luna. Los dioses del cielo aniquilaron ese universo caótico bajo un fuerte diluvio que dio inicio a la nueva creación levantando la tierra con los cuatro dioses sostenedores y sembrando la semilla de la Gran Madre Ceiba en el centro del universo, el camino que conduce desde el inframundo hacia el cielo.

El Chilam Balam de Maní proviene de este pueblo del suroeste de Yucatán, solar del famoso linaje de los Xiu, legendarios gobernantes de la gran ciudad arqueológica de Uxmal. Todo ello fue denominado por Carrillo y Ancona Códice Pérez, sustituyendo al título Principales épocas de la historia antigua de Yucatán, que había propuesto el lingüista. Los materiales, fragmentos de los libro; de Maní e Ixil -quizá también del de Oxkutzcab- y documentos de tierras de Sotuta, fueron propiedad sucesivamente del señor Carlos Peón y de la familia Escalante de Mérida. Además, Pérez había obsequiado al explorador John Lloyd Stephens con un texto en maya copiado sin duda de los libros indígenas de Maní, junto con su traducción al castellano y un extenso comentario: Traducción y juicio crítico de un manuscrito en lengua maya que trata de las principales épocas de la historia de esta península antes de su conquista. 

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